Ya es Febrero, ¿Qué hecho en lo que lleva el año?
Este año he hecho muchas cosas, y eso que apenas va comenzando. (Es algo que pasa por mi mente constantemente). Y, honestamente, a veces siento que solo me lo digo a mí mismo para hacerme creer que todo va bien, que estoy comenzando bien o que inicio el año con mucho trabajo.
Pero la verdadera pregunta que me hago es: ¿realmente ha sido así? ¿De verdad he tenido muchas cosas por hacer o solo me he llenado de ocupaciones? ¿De esas cosas que he hecho, qué es verdaderamente "bueno"?
En fin, he pensado que cuando comienza un nuevo año, ponemos metas, estándares y logros, pero a veces nos resulta difícil ser constantes en alcanzarlos. Y no me malinterpretes, no creo que hacer esto esté mal, sino que, en algunas ocasiones (como en mi caso), me pongo metas solo por ponerlas, y no porque realmente me voy a esforzar en lograrlas.
Hace unos días hablaba con algunas personas. Platicábamos sobre lo que queríamos lograr, qué cosas queríamos obtener y bla, bla, bla. Fue entonces cuando me di cuenta de algo: a veces solo me pongo metas o logros porque sí (o porque es un nuevo año y hay que hacerlo). Pero me hice esta pregunta: ¿Por qué no me propongo cosas que realmente quiero cambiar este año? ¿Por qué no decido modificar hábitos que no me ayudan? ¿Por qué no me pongo como meta eliminar de mi carácter ciertas actitudes que no son correctas?
Creo que a veces nos dejamos llevar por esta tendencia de "sé tu mejor versión" o "Dios tiene algo grande para ti este año". Pero, ¿qué pasa con lo que dice Romanos 12:2?
"Y no adopten las costumbres de este mundo, sino transfórmense por medio de la renovación de su mente, para que comprueben cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, agradable y perfecto."
Este versículo muestra de manera espectacular la tarea que tenemos a diario: no se trata de un simple mensaje de "TEN CUIDADO", sino de una constante y verdadera transformación de nuestro carácter, nuestra forma de vivir, la manera en que hablamos y cómo nos dirigimos a las personas. En realidad, es un cambio completo, de pies a cabeza, de lo interno hacia lo externo.
En griego, "transformar" es metamorfosis, el mismo término que se usa en la Biblia cuando Jesús es transformado en Marcos 9:2-3. Sin duda, Dios nos llama a ese tipo de transformación, una en la que no vivamos una vida basada en emociones, metas terrenales o en perseguir cosas sin sentido. La transformación a la que Jesús nos llama es un cambio total.
Me gusta pensar en esto como cuando, después de mucho tiempo, ves a una persona que dejaste de frecuentar. Al principio cuesta un poco identificarla; tratas de recordar en tu memoria quién es, de dónde la conoces, hace cuánto tiempo dejaste de verla. Pero, conforme empieza a hablar y escuchas su tono de voz, sus gestos y facciones, tu memoria comienza a recordar: "Es tal persona". Por fin la reconoces, pero esta vez hay algo diferente en ella. Sabes que es la misma, pero hay algo que no reconoces. Ha tenido una transformación completa. Lo que antes decía ya no lo hace; la manera en que antes pensaba, hoy ha sido transformada.
Esa es la transformación a la que Dios nos llama.
Me encanta lo que dice al final: "comprueben la voluntad de Dios, que es BUENA, AGRADABLE Y PERFECTA". Y esto me hace reflexionar, porque muchas veces me he encontrado persiguiendo cosas "buenas", cosas que parecieran valer la pena, pero… ¿realmente lo son? ¿O solo, desde mi pequeño criterio humano, pienso que algo es bueno y por eso lo persigo?
Comprobar la voluntad de Dios viene de una relación con Él. No puedo llegar a comprender por completo a qué me está llamando si no tengo una transformación constante en mi vida.
Para cerrar, antes de perseguir algo que parezca bueno o de establecer metas terrenales, es bueno preguntarme: ¿Esta es realmente la voluntad de Dios?
Comments
Post a Comment